¿Qué mató a los dinosaurios? La ciencia ha tenido algunas ideas descabelladas
A principios de este mes, en la costa del Golfo de México, un equipo internacional comenzó a perforar una vasta cicatriz en la superficie de la Tierra. La enorme marca, de 177 kilómetros de ancho, se creó cuando un trozo de roca espacial chocó contra el planeta hace unos 66 millones de años.
El choque cósmico no es ni siquiera uno de los cinco mayores golpes de la historia de la Tierra, pero ocupa un lugar especial en nuestra imaginación. Esto se debe a que el lugar, conocido como el cráter de Chicxulub, fue la zona cero de la extinción masiva que puso fin a la era de los dinosaurios.
Aunque el impacto gigante es el arma más probable en este antiguo caso de asesinato, sabemos sorprendentemente poco sobre cómo el golpe se tradujo en muerte y destrucción generalizadas. Los paleontólogos han debatido aspectos de las secuelas ecológicas del impacto que van desde los incendios forestales a una impenetrable nube de escombros en la atmósfera.
Pero todavía se debate qué ocurrió exactamente y cómo tales impactos ambientales habrían matado a algunas especies mientras perdonaban a otras.
Eso es parte de lo que el equipo de perforación de cráteres espera averiguar, y es sólo el último esfuerzo en una larga historia de investigación que trata de averiguar qué pasó con los "lagartos terribles" del mundo.
De las cataratas a las orugas
Cuando se describieron los primeros fósiles de dinosaurios a principios del siglo XIX, los paleontólogos los veían como un grupo más de animales que se perdían lentamente en el tiempo. Las especies evolucionaban y se extinguían a medida que la vida avanzaba en el tiempo.
Sin embargo, en la década de 1920 ya habían aparecido suficientes fósiles como para que los científicos empezaran a preguntarse cómo habían desaparecido tantos animales por completo. Tal y como relata el paleontólogo de la Universidad de Bristol Michael Benton, la literatura científica de la época experimentó un espectacular aumento en el número de artículos publicados que proponían teorías sobre la muerte de los dinosaurios.
No es que todo el interés fuera académicamente sólido. Fue una época de auge de las conjeturas disparatadas sobre la catástrofe, y aparentemente todo el que tenía una idea descabellada sobre lo que mató a los dinosaurios la soltó.
Las primeras ideas incluían el concepto de que los dinosaurios dedicaban demasiada energía corporal a crecer grandes y espigados, lo que les hacía incapaces de adaptarse a los cambios climáticos u otras alteraciones del entorno global. Otros pensaban que los dinosaurios y otras especies fósiles tenían una vida determinada, con una especie de "senectud racial" que los sacaba del escenario evolutivo en el momento indicado.
Las ideas descabelladas no se detuvieron ahí. Se habló de discos deslizados, hormonas descontroladas, bajos impulsos sexuales, enfermedades, cataratas e incluso la simple estupidez de los dinosaurios.
En 1962, un entomólogo llegó a sugerir que la antigua Tierra estaba invadida por orugas, y que los insectos se comieron tanta vida vegetal que no quedó nada para los dinosaurios. El choque ecológico resultante hizo que las mariposas revolotearan sobre los cuerpos hambrientos de los Triceratops muertos. No hay que olvidar que las orugas habrían llevado a las especies a la extinción en los cielos o en los mares.
Metal espacial
Sin embargo, el rompecabezas no era sólo sobre los dinosaurios. En la década de 1970, los paleontólogos pudieron comprobar que un acontecimiento real y misterioso había afectado a una gran parte de la vida en la Tierra. Una estimación sitúa el número de muertos en el 75% de las especies fósiles conocidas, desde la pérdida total de los pterosaurios en los cielos hasta el fin de los ammonites de caparazón enrollado en los mares. El periodo también está marcado por la grave reducción del número de aves, lagartos y mamíferos antiguos.
Pero incluso con las crecientes pruebas, nadie tenía una idea sólida y seria de lo que causó la agitación.
Entonces, en 1980, el geólogo Walter Álvarez y sus colegas propusieron algo radicalmente distinto. La capa de roca que marcaba el final del Cretácico era rica en iridio, un metal poco frecuente en la corteza terrestre pero más común en meteoritos y asteroides. ¿Podrían los dinosaurios y otras formas de vida haber muerto a causa de un choque procedente del espacio?
Aunque este concepto suscitó años de debate, con el tiempo se ha convertido en la teoría favorita para explicar la desaparición de los dinosaurios. El descubrimiento en 1991 del cráter de Chicxulub, frente a la península de Yucatán (México), fue la prueba irrefutable. Desde entonces, las investigaciones no han hecho más que implicar al antiguo asteroide. En 2010, un grupo de 41 investigadores publicó un artículo en Science en el que afirmaba que el impacto fue el factor más importante para que el mundo entrara en su quinta extinción masiva.
A la caza de los desencadenantes
No es que haya cesado el debate. Incluso ahora, un puñado de expertos prefiere la idea de que las erupciones volcánicas masivas en la India, el cambio del nivel del mar y otras causas fueron más importantes para el evento de extinción.
Y eso por no hablar de las continuas discusiones sobre los propios dinosaurios. Esta misma semana, Benton y sus colegas publicaron su apoyo a la idea de que los dinosaurios ya estaban en declive durante los 24 millones de años que precedieron al impacto, lo que los hizo especialmente vulnerables e incapaces de recuperarse. Esto contradice la investigación anterior que encontró que los dinosaurios estaban bien hasta el día del impacto, lo que indica que hay mucho que sigue siendo desconocido acerca de lo que causó la desaparición de todos los dinosaurios, excepto las aves.
Para ayudar a resolver el momento apocalíptico de los dinosaurios, el nuevo proyecto de perforación pretende extraer núcleos de varios niveles del cráter de aquí a junio. Además de proporcionar nuevos detalles geológicos sobre la formación de los cráteres de impacto, los investigadores esperan obtener nueva información sobre los factores que desencadenaron los cambios ambientales radicales y sobre cómo se recuperó la vida una vez que pasó lo peor.
El cráter de Chicxulub guarda secretos de la muerte, sin duda, pero también puede darnos una nueva apreciación de la resistencia de la vida.
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